Tú eras
El lobo huérfano de cola de plata está harto de gritar su destino de perro, su faena casi humana al pie del pino despiadado. Y ya la corneja se ha puesto de acuerdo con el puercoespín rabioso que hunde las uñas de niño en lo oscuro de la tierra. El sol está hecho como de un papel bilioso, indestructible y ácido como todas las noches sin ternura del mundo. Pero el lobo y todos los otros siguen haciendo girar la rueda, mientras el hosco satélite suelta su estrella de ajenjo y el pozo mutilado amamanta a los cuervos nacidos en la carne viva.
El amor está hecho de todas las criaturas, de todas las tramas inextricables, de todos los sueños hundidos. Canta como un cartero ciego la estopa del día que muere, la luz que cayó como una piedra roja sobre el ojo del mago, y el beso de la adolescente, caliente como el fuego de Fausto, que sacudió al torpe hijo de la mañana como una sierpe eléctrica.
Es mejor que no sepamos lo que somos. Así podemos besarnos con toda la ignorancia, con la intacta locura.